¡Hola, maja!
¡Que ya es primavera! ¿Estás contenta? Nosotras muchísimo. Ya es hora de sacar a relucir las chaquetillas de entretiempo.
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Quién sabe, quizá también encontremos el amor como Aitana y Yatra (Majas ya lo predijo) o Rosalía y Rauw Alejandro (¿se puede ser MÁS MOÑAS?).
De momento, aquí estamos una semana más. Una semana menos también. Hoy venimos superleídas, nos lo hemos tomado más en serio que Abascal. Y estamos deseando saber tus respuestas a las preguntas retóricas que planteamos.
El futuro que nos espera según Lucía:
Una pregunta que le hacía estos días a mis amigas es si creen que vamos a mejor o a peor. La siguiente cuestión quizá sea qué vamos a hacer si esto va a peor. Me pregunto si saldremos a quemar cosas como en Francia (ya sabes que siempre hay mucho preocupao' por el bienestar de los contenedores).
Los franceses están a topísimo. Dos mociones de censura en un día han tenido (Tamames no lo aguanta). Estas no han salido adelante, pero las calles siguen ardiendo y los y las manifestantes continúan protestando contra la reforma de las pensiones. En París, las calles están llenas de basura por la huelga, hay disturbios en varias ciudades y la policía ha detenido a más de 170 personas. Pero "Macron y su gobierno nunca tendrán suficientes células policiales para detener la justa ira de todo un pueblo" dice Mathilde Panot, diputada de La Francia Insumisa. Algunos carteles avisan: si nos metes el 64, te daremos un (mayo del) 68. El 64 va por la edad de jubilación, que subirá de los 62 a los 64 en 2030. Lo del 68 ahora te cuento.
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La foto es bastante guay, pero mi imagen favorita de las protestas es este vídeo, con la ciudad en llamas y la gente cenando de chill.
No sé si lo sabes, Maja, pero mayo del 68 empezó un 22 de marzo tal y como hoy. Había un contexto, claro, pero el inicio de la primavera se considera una de las fechas clave. Todo comenzó en la Universidad de Nanterre, en las afueras de París. Allí se encerró un grupo de estudiantes para protestar por la guerra de Vietnam. La detención de uno de ellos encendió la chispa del movimiento 22 de Marzo, que reivindicaba modificar el sistema universitario, acabar con el puritanismo y cambiarlo todo en general: lo queremos todo y lo queremos ahora.
La revuelta estudiantil se fue contagiando: cerraron Nanterre y la protesta se trasladó a la Sorbona y de ahí a las barricadas en el Barrio Latino. Las reivindicaciones cambiaron: los (y las) estudiantes empezaron a cuestionar el sistema capitalista y el orden mundial, “se negaban a ser los futuros ejecutivos que fueran a explotar las clases obreras y campesinas”. Los trabajadores se unieron a la lucha, lo que dio lugar a una de las mayores huelgas de la historia de Europa, secundada por cerca de diez millones de obreros. La mayoría de análisis posteriores olvidan este "pequeño detalle" y se centran en la estética (lo explica muy bien Emmanuel Chamorro). Las consignas poéticas, los carteles. La imaginación al poder, que dijo Sartre.
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Haz click para ver el especial creado por el Lab de El País con los mejores carteles. El de la imagen, La belleza está en la calle, fue subastado por 3380 euros.
Y la imaginación fue muy importante. Uno de los talleres de la Escuela de Bellas Artes de París fue ocupado por obreros, artistas y estudiantes para reconvertirse en el Atelier Populaire, del que salieron unos 500 diseños en tan solo seis semanas. "En los muros florecían los maravillosos eslóganes inventados unas semanas antes en Nanterre" recordaba Simone de Beauvoir. Arte urgente con eslóganes que invitaban a la movilización popular e iban más allá de lo material. Bajo los adoquines, la playa 🌊
Esta es una de las principales críticas al mayo francés: no cambió el sistema, no cambiaron las condiciones materiales. El propio Alain Touraine, profesor de Sociología en Nanterre, reconoce que fue "un movimiento muy de subjetividad, más que de objetivos económicos o políticos”. Lo dice en positivo —según él, fue el origen de los movimientos sociales actuales—, pero la mayoría de los análisis hablan de “revolución fallida”. La casi-revolución. Hasta Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes estudiantiles de la época, decidió no reivindicarlo en su 50º aniversario. Dani el Rojo es ahora un reformista de centroizquierda, amigo de Macron. Esa es quizá la mejor metáfora de mayo del 68.
Ya sea en clave nostálgica (¡qué monos éramos cuando creíamos que el mundo podía cambiar!) o en forma de crítica (¡eran niños de papá jugando a revolucionarios!), mayo del 68 es considerado un hito cultural en el que la juventud se rebeló contra las costumbres de sus mayores y poco más. Ni siquiera los que lo vivieron le dan mucho más crédito, como si sólo hubiera sido un breve gesto de rebeldía juvenil, una batallita más que contar. Leyendo sobre ello me venía a la mente eso que dicen de que cuanto más mayor te haces, más conservador te vuelves. Tampoco en plan presentarte candidato de Vox en una moción de censura, pero sí un pelín más “el capitalismo es el sistema menos malo”, “el idealismo es cosa de jóvenes” y "yo ante todo soy demócrata”. Pero cuidadito, que empiezas por ahí y acabas en las listas con Rosa Díez.
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Un saludito al Toni Cantó de 7 vidas.
Hay muchas teorías sobre por qué ocurre esta derechización cuando nos hacemos mayores. Según Joaquín Sabina, tener ojos y oídos, pero yo también tengo ojos y oídos y, chica, a mí no me pasa. Otros buscan la respuesta en la plasticidad del cerebro, el entorno o la genética. Aunque puede que la tendencia esté cambiando. El Financial Times sacó un estudio en el que afirmaba que los millennials habían roto esa maldición (me encanta lo de “las conversaciones sobre las mejoras del hogar sustituyen a los debates sobre mejoras sociales”). Por desgracia, la encuesta se realizó en EE. UU. y Reino Unido, y según los cálculos de Endika Nuñez, en España sí que sigue aplicando la norma. Así que nada, en unos añitos veremos dónde estamos cada una. Yo solo espero que sea un lugar mejor.
El futuro que nos espera según Clara:
Cada vez que me siento a escribir Majas me digo a mí misma “no hables otra vez de ciudades” pero es que no puedo contenerme porque todo mi interés se reduce a eso. No por nada ya he dado la turra sobre pasear por ciudades, las cabinas telefónicas o viajar sola a ciudades. A mí me da igual playa o montaña mientras haya ciudad.
Sin embargo, como llevo ya varias newsletters sin hablar de ciudades, se viene otra chapa sobre ¡¡CIUDADESCIUDADESCIUDADES!! Maja, tú no lo sabes pero llevo años guardando enlaces para este momento. Toca hablar de Venecia, y he estudiao’.
Desempolvo este artículo de agosto de 2020 en el que Andrés P. Mohorte cambió un poco mi perspectiva sobre, ¿cómo era? ah sí, las ciudades. Se titula ¿Es hora de dejar que Venecia se hunda? y ya te voy avanzando que según Andrés, un poco sí.
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Ojo que se avecinan párrafos sobre cómo se ha montado Venecia. No me abandones ahora.
La ciudad italiana está construida sobre millones y millones de troncos de madera apoyados en fango (bajo los adoquines, la madera), formando un bosque de mikados por debajo de edificios y canales. Esos pilotes, en contra de lo que pueda parecer, no se estropean porque la madera sumergida está protegida mientras no llegue el oxígeno bajo el agua. Esto lo explica superbien mi youtuber divulgador favorito, al que nunca me canso de mencionar, Pau M. Just. Aun así, el terreno veneciano es fangoso y poco resistente, ni de coña se iban a sostener los edificios encima de tronquitos hasta el fin de los tiempos.
La madera no es el único problema de Venecia. El alto coste de vida y el turismo se la están cargando. En realidad, as always es un solo problema, nuestro enemigo el capitalismo. Según Gloria (mi guía del free tour), es igual de caro reformar los cimientos de un edificio veneciano que el propio edificio en sí. Además, al ser una ciudad sin coches (no existen los pasos de cebra ni las aceras porque no existen las calzadas, te parecerá obvio pero 💚), el traslado de los propios materiales de construcción aumenta bastante la factura. Igualmente, algo tan básico como la recogida de basuras debe hacerse a pie, lo que conlleva altos impuestos. Si a esto le sumas el turismo salvaje –perdón por aportar a la causa 🙏🏻–, el resultado es obvio: la población local se ha ido.
Otra cosita que lo remata es el aumento del nivel del mar y los movimientos de olas generados por grandes embarcaciones. Desde julio de 2021 los megacruceros tienen prohibida la entrada al centro de Venecia, pero el daño ya estaba hecho. Había dos opciones: hacer una infraestructura que protegiera la ciudad o dejarla hundirse como el Papa ha hundido a Almeida.
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Míralo, parece un meme de Humans of Late Tourism.
El artículo que mencionaba antes está basado en un escrito de 1975 del historiador Jan Morris. Su teoría plantea que cuando el coste de salvar una ciudad sea demasiado elevado, nos adaptemos y la dejemos morir. Coste entendido no solo en términos económicos, sino también medioambientales o prácticos. Y esta teoría se asemeja a los criterios de restauración de John Ruskin, que se basan en la no intervención. “Nosotros podemos disfrutar de una obra de arte, contemplar su decadencia, admirar su estado de ruina, pero no tenemos derecho a tocarla porque no nos pertenece.” Por ejemplo, ni de coña podemos ponerle los brazos a la Venus de Milo. Si lo piensas, la mayoría de arte ya lo contemplamos así.
Y hablando en estos términos… ¿Cuántas veces podrá Venecia reponerse de las inundaciones? ¿Cuántas veces podrán los pocos vecinos que quedan invertir en restaurar sus viviendas? A ver, Morris no proponía hundir Venecia tal cual. Lo que realmente planteaba eran acciones anticipativas pensadas para el largo plazo que fijaran futuros realistas para ciudades y monumentos amenazados. Y si por el camino hay que dejar morir patrimonio, simplemente deberemos contemplarlo como memorias de eventos climáticos “y de las vulnerabilidades inherentes de algunos lugares".
Esta teoría, como ya supones, no gusta a casi nadie, empezando por el Ministerio de Infraestructuras italiano que en 2003 empezó a construir una cosa tochísima que terminó hace menos de dos años: el MÓDULO EXPERIMENTAL ELECTROMECÁNICO (fffua, como diría Broncano). También llamado MOSE porque básicamente es como Moisés, divide el agua en dos, solo que con 78 compuertas de 300 toneladas que impiden que las mareas altas lleguen a la laguna de Venecia. Con un coste de 5.500 millones de euros + corrupción italiana podría parecer que el tema al fin está solucionado, pero el cambio climático hace que si el ‘acqua alta’ llegase con asiduidad, Moisés quedaría obsoleto dentro de no mucho. Para colmo, biólogos/as expertos aseguran que salvar la ciudad de inundaciones puede destruir la biodiversidad que la sustenta (espero que al menos haya una bióloga que abra este enlace, mi madre).
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Así es MOSES en el evangelio veneciano actual.
Llevo ya muchos párrafos escritos y tampoco encuentro en Google la solución al problema de Venecia. Me pregunto entonces qué tenemos que hacer. ¿Explotamos la ciudad hasta que no pueda más pero la disfrutamos sabiendo que seremos los últimos seres vivos en pisarla? ¿Le ponemos un cartel de “muerte por turismo” y dejamos que se hundan todos los candados de los enamorados y las cajitas de llaves de los Airbnb? ¿Nos tomamos unas pastillas contra la ansiedad climática y dormimos bien a gusto en nuestras ciudades sobre tierra, a las que más pronto que tarde les tocará otra angustia que vivir? ¿Lo quemamos todo como si fuéramos franceses en marzo del 23? Yo digo sí a todo ✨🥂 porque una tiene que aceptar sus contradicciones y disfrutar el turismo que le queda.
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Maja, miscelánea para pasar la moción de censura:
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Por el día del padre mis hijos me han regalado una camisa de Zara. No la han hecho ellos, pero al menos la han hecho niños.
Javier Moreno CINEJAVI (@CineJavi)
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Maja, deseamos que no se te haga largo el día como los veinte folios de Pedro Sánchez a Tamames. Nosotras, por nuestra parte, no intervendremos más en este tema si así se decide de común acuerdo.
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